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Rarezas

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Resulta que , años después de haber comenzado en esta tarea, siguen apareciendo cosas raras. En esta ocasión, un productor publicitario me pidió una música para un comercial y, como siempre sucede, fuimos y vinimos varias veces hasta conseguir un resultado que le fue adecuado. La película en cuestión requería que los actores cantaran mi canción en cámara. por lo que la música debía estar lista antes de filmar. Se filmó el aviso y se presentó terminado ante los clientes. Y no les gustó la música.... Normalmente, la plana mayor de la compañía debe estar muy al tanto de lo que se va a filmar. Pero esta vez no ocurrió así. Se jugaron a filmar sin la música aprobada por los "capos de tutti capi" y se armó el lio. La alternativa para no tener que hacer una música nueva y re filmar la película fue hacer una nueva música manteniendo el tempo y la ubicación en el tiempo de cada nota, pero cambiándoles la afinación para lograr otra melodía. La armonía y el estilo musical podían cambiar

Trabajar en casa o vivir en el laburo.

Me mudé. Estoy viviendo en la misma casa donde tengo mi estudio. Por primera vez en vida me toca vivir y trabajar en el mismo lugar. Se que es bastante común, pero no me había tocado hasta ahora. Claro que tuve alumnos en mi casa alguna vez, tambien hice algunos jingles. Pero esta vez es distinto, tengo un local en mi domicilio, o estoy viviendo en mi local... Se me presentan dos incertidumbres: Que el trabajo se meta en casa y/o que la casa se meta en el trabajo. El primer miedo es el de no saber parar a tiempo, el de no poder poner el límite con los clientes. De saber decir: "No, ya no estoy trabajando, estoy en mi casa". La presión del cliente, especialmente trabajando en publicidad, es tremenda. ¿Como decir NO sin dejarse presionar? El segundo de los miedos tiene que ver con la concentración. Difícil me resulta cortar algo que estoy haciendo por esos minutos necesarios para una tarea doméstica. ¿Cómo haré para no caer en la tentación de irme a dormir la siesta?

No me sale, carajo!

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Que sensación frustrante la de trabajar y trabajar en una mezcla y, al momento de compararla, que no le llegue ni a los talones a la música a la que quiero que se parezca. Se que lo más complejo es decir "ya está" cuando estoy mezclando, pero algún día tengo que terminarla. Encima es de un cliente! Lo mejor es parar, descansar, volver mañana. Si es necesario, borrar todo el trabajo de ayer y comenzar otra vez. El oído se me acostumbra, y eso que lo conozco bien. Tenemos él y yo una relación aceptablemente fructífera que ya lleva 48 años. Pero cuando me juega estas malas pasadas empiezo a pensar que ya no quiere laburar. Que se hartó. Se que ha perdido algo de capacidad, en eso estamos iguales. Pero nos conocemos las mañas. Así que mañana, mi socio y yo nos meteremos a mezclar el putísimo tema otra vez. Y quieran las divinidades que esta vez me salga.

Yo quiero ser famoso

Recibo bastantes mails en mi pagina de chicos de toda latinoamérica con la misma ilusión: ser famosos como cantantes o músicos. No les interesa qué cantar, no les importa trascender, les preocupa el resultado. Y mientras más rápido, mejor. Y, los más gracioso, creen que yo puedo hacerles realidad ese sueño. Esto me lleva a reflexionar sobre tres conceptos: Lo bueno, lo famoso y lo popular. Muchas veces estas ideas se confunden como metidas en una procesadora de alimentos y nos crean un puré mental que no ayuda en nada, especialmente al comienzo de la "carrera de artista" que sueñan seguir. Lo bueno es un concepto subjetivo, como todo lo estético y personal. Nadie puede medir que tan bueno es un músico. Es fácil medir su habilidad como instrumentista, pero ¿cómo medimos la emoción que genera en el público? Lo famoso, o mejor dicho, lo masivo, refleja cuanta gente conoce nuestra obra. Le guste o no. Tenemos miles de ejemplos de artistas famosísimos cuya obra no res